Me gustan mis errores. No quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme. (Groucho Marx)

jueves, 19 de agosto de 2010

Evasivas

Solía esquivarla, solía esquivar esa pregunta, aunque cada vez esto me resultaba más complicado. Al principio procuraba sacar un tema improvisado que nos llevase a otras discusiones, pero luego ya comenzó a darse cuenta de que no me agradaba hablar de ese tema, pero seguía insistiendo y yo para que viese que también me aborrecía le decía: "¿Y si hablamos de política?", cuestión que sabía que no podría debatir conmigo porque no me entusiasmaba lo más mínimo.

A base de ignorarlo cuando se refería a ello, a evadir ese tipo de inquerimientos e incluso llegar a relatarle mi día más monótono con el fin de no llegar nunca a eso, iba consiguiendo que se olvidase del tema, pero un día de forma directa me lo dijo: "Ya es hora de que me lo cuentes, porque aunque parezca que no yo siempre quiero llegar a esto". En ese momento no le importó mostrar su curiosidad, pero yo como siempre, dije que no quería hablar del tema y que por favor no me preguntase más acerca de ello, él aunque no lo quería aceptar, tuvo que acabar haciéndolo, ya que su insistencia no conseguía derribar mi terquedad. Aunque si que he de reconocer que empezaba a plantearme el porqué me negaba a contárselo.

Ese día yo me fui a casa mal, bien por todo lo que me dijo, bien porque me estaba hartando de que pensase que no confiaba en él. Ese día me encontraba baja de moral, lo que facilitó las cosas, tanto que tan pronto llegué a casa y acabé de comer atropelladamente, decidí llamarlo. Cogí el teléfono con decisión, pero cuando lo tenía en mis manos y me disponía a marcar siempre me echaba atrás. Llegué a marcar su número unas tres o cuatro veces, hasta que al fin, aunque no del todo convencida, me decidí a esperar a que me cogiese alguien al otro lado del teléfono. Los tonos de la espera telefónica se acompasaban con los latidos de mi corazón, hasta llegar al punto de que no me dejaban escuchar y llegué a pensar que ya habían descolgado y estaban esperando a que alguien respondiese, pero no fue así, no fue así nunca, ya que cunado ya llevaba un buen rato aguardando respuesta a mi llamada, decidí colgar, creo que esto me costó incluso más que el momento de coger el teléfono y llamarlo. La verdad es que ahora estaba dispuesta a contárselo y responder a todas sus preguntas, pero no pudo ser porque allí nadie contestó al teléfono, sabía que él había perdido una oportunidad, porque quién sabe cuando sería la próxima vez que estuviese así de receptiva. Lo que sí sé es que después de aquella llamada fallida, no lo volví a intentar y cada vez que él volvía a sacar el tema, yo continuaba en mi línea, esquivándolo.

A veces me moría de ganas por contárselo, pero esos momentos eran escasos.

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